La serie ¨Physical¨ es espectacular en muchos sentidos del empoderamiento y resiliencia femenina y también desde el arranque es una pesadilla conocida: la mente de una mujer que azota sin parar y se compara con otras féminas mientras pide perfección, hegemonía y ante todo grita ¡tenés que estar flaca, flaca, flacaaaaaaaa, flacaaaaaaaa caiga quien caiga! Y ese ¨quién¨ somos básicamente nosotras, ¿qué esperaban?
El texto tiene algo de spoiler, pero les prometo que desde el comienzo de la serie se lee el punto que quiero compartirles, dicho esto continuo dando la lata.
El soliloquio de Sheila me recordó la brutal película de Gaspar Noé ¨Solo contra todos¨ donde un carnicero totalmente de los pelos monologa sin parar los 90 minutos del relato lleno de violencia y locura, así como escucharon. De tanto palabrerío frenético terminás asqueada hasta que te das cuenta de que tu mente funciona igual, con otros temas, pero same.
Sheila D. Rubin es brillante y eso también lo entendemos enseguida, ninguna persona puede mentir tan bien sin ser así de inteligente. Por eso su vida era pura frustración, ¿qué hacía una persona tan capaz ocupando el lugar de florero del marido? Sheila es monísima, nunca un pelo fuera de lugar, cada estilismo es un sí rotundo. Pero nada en ella nace del disfrute, Sheila es la reina del autoflagelo.
La comparación constante con otras mujeres es terrible, pero la protagonista reconoce en ese chequeo continuo una suerte de validación necesaria. Ver una persona que está gorda para ella es sinónimo de perdedora, de fea, de dejada, de poco sexy y ella no es nada de eso, ella es flaca, ¿no? Por eso le resulta casi imposible armar vínculos, primero por su gran secreto, segundo porque no soporta la existencia de un cuerpo que porta más de 50 kilos. ¿Y si un día le pasa a ella?
Cuando la protagonista se cruzó con Greta la cosa se puso interesante, ¿una amiga? ¡Por qué no! Claro que construir una amistad cuando la verdadera esencia jamás asoma es un poco complicado porque cómo conectás, pero el tiempo (y al principio la conveniencia) todo lo puede.
Lo que comenzó siendo un puente económico, muy a pesar de ella misma, escaló en una amistad real. Algo nuevo para la ama de casa atlética y siempre sonriente mujer del señoro con proyectos narcisistas.
Y como en toda amistad hubo risas, corridas, momentos de sinceridad brutal, metidas de pata, apoyo en proyectos venturosos y el desvelo de la propia vulnerabilidad, esa que nos deja desnudas. Ser amigas es saber que la otra persona tiene un arma mortal para destruirnos y aun así no lo hace. La amistad no es para cualquiera, no, no, no, no.
Por eso en un pico de drama, Greta que de tontola no tiene nada, hinchada la paciencia por tanto teje le tira la verdad en la cara a una Sheila que no pensaba dinamitar su condición por nada: estoy harta de ser tu mejor amiga gorda y poco agraciada con la que te medís constantemente.
Queridas lectoras, en ese momento mi mente hizo silencio y para que eso ocurra tenés que tirar una molotov.
Hace mucho que pienso en ese lugar que ocupé tantas veces. Aclaro que mido 1.58 y nunca pasé los 65 kilos, pero para mi entorno personal o laboral eso es un montón. De hecho casi siempre soy la persona que está más gorda en todos los equipos en los que trabajo. Teniendo en cuenta que parte de mi carrera la recorrí con modelos, celebridades y el fashion crew más aspiracional entonces no es tan difícil de imaginar.
Tuve varias compañeras y amigas con TCA declarado y lamentablemente es un trastorno que tiñe todo, salpica. Obvio que mis amigas eran buenas personas y como registro lo lindo también recuerdo miradas, comparaciones incómodas, preguntas sobre talles o medidas, ropa, palabras dichas sin ánimos de lastimar, pero que terminaban haciendo mella. Siempre entendí que mis amigas tenían un trastorno que las diseñaba enteras, hasta su constante necesidad de ser las frutillas de la torta, las más lindas, las más atractivas, las que siempre se llevaban todas las miradas, ¡y los candidatos! Porque detrás de esas aprobaciones estaba la confirmación de que eran lo suficientemente flacas. Claro que esa carrera era muy ilusoria, jamás lo estaban y el costo de sostener sus imágenes era altísimo, doloroso, perverso y siempre fui consciente de la angustia que las atravesaba.
Ser la mejor amiga gorda no es un lugar cómodo por más que tengas décadas de terapia encima. Tenés que amar mucho a tu amiga y también pararle el carro cuando sea necesario por ella y por vos. Porque salir de un TCA es una fantasía, no sé si realmente existe superarlo, sí creo en la gestión continua que lleva mucho camino, herramientas, ganas y terapia. Vivir en un mundo donde los estándares de belleza siguen y seguirán pidiéndonos ser modelas toda la vida no ayuda mucho a la ¨cura¨, ¿no les parece? Y cada una hace lo que puede o quiere sabiendo que siempre hay una ganancia y una pérdida en esa elección.
Ser una persona que está transitando un TCA es horripilante y Sheila no escatima detalles, te da letra sin parar. Ser la mejor amiga que está gorda con la que se compara la persona que está transitando un TCA es tremendo y Greta lo muestra con todos los matices. Sheila sufre, Greta sufre. La que está flaca se siente ganadora de la cucarda hegemónica cuando en el fondo se lamenta y jamás se siente suficiente porque siempre se puede estar más flaca. Porque la que está gorda siente culpa por estarlo y se pregunta si podría estar haciéndolo mejor.
¿Vieron que en el fondo todo esto es una trampa? Ni a la que está gorda o a la que está flaca le sale barato este temita de medirse con los cánones de belleza. Cada una tiene que trabajar y transitar muuucho para llegar en algún momento al final de la carrera donde se rompen las vallas editoras y podemos abrazarnos luego de que nos entreguen en una ceremonia con floripondios la medalla de la vida. ¡Me cansé solo de escribirlo!
¿Cuánto queda en el camino en las gestiones de los TCA? ¿Vale la pena? ¿Cuánto tiempo perdemos en tratar de entender cómo nos doman los estereotipos de belleza? ¿Cuánto de nosotras queda en esa batalla eterna? Mucho ¿no? Amistades incluidas porque a veces hasta en eso perdemos. Y hasta acá llegó mi reflexión.
XOXO
Como siempre, tan cierto tu análisis! Atravesé la adolescencia siendo parte del grupo de “las lindas”. Al desarrollarme gané unos kilos y, sin ser gorda, no era una lánguida a la que le soplaba vientito de frente al caminar. Por lo cual, siempre me senti “la amiga”…
Aun hoy trabajo en terapia el autoestima, el merecimiento, y el diálogo interno.
Leyendo tu texto, me paré desde un lugar nuevo. Siempre creí que quien buscaba validación era yo, y quizás “mi rol” era el que las validaba a ellas. Gracias Ferni!❤️
Me encantan tus publicaciones Ferni, siempre me suman y me dejan pensando. No las podía comentar porque no tenía la aplicación (soy de caucho con la tecnología)